“Ojalá hubiera nacido. Pero a mí me construyeron. De cero, a partir de las cosas que encontraron por casa” (Tom Waits. 1999)

Tom Waits - Rain Dogs

Tom Waits- Chocolate Jesus

Tom Waits - Rockpalast 1977 -Pasties And A G String

sábado, 8 de marzo de 2008

Tom Waits: vagabundo de clase alta



JORGE ALONSO


Cuenta J. de Valk en su libro sobre Chet Baker que a éste le llamaban «High class hobbo», es decir «vagabundo de clase alta». Y ése puede ser un buen modo de introducir a Tom Waits, Bukoswki, William Borroughs e incluso, en plan local, Sabina. Y es que muchos buscan en sus obras las emociones fuertes y subterráneas que sus vidas no tienen, como si fuera divertido ser el protagonista de Yonki (W. Borroughs), «La senda del perdedor» (C. Bukoswki) o «Frank's wild years» (T. Waits). Pero es infinitamente mejor parecerse, estéticamente, al Lou Reed de la Velvet Underground que serlo. De modo que intentemos mantener los tópicos a 500 kilómetros de las canciones y hablemos de un tipo que merece el esfuerzo inicial que supone franquear la entrada a su música. Irrepetible y en activo: señoras y señores, Mr Tom Waits.

En sus inicios, principios de los 70, Waits era un cantautor apoyado en un piano con el que arropaba canciones sencillas con prendas prestadas del jazz, y que contaba historias de gente no muy encantada de conocerse: «The piano has been drinking», «Burma shave», «Tom Traubert's Blues (Waltzing Matilda)», «Martha». Eran los tiempos del Tropicana Motel, un lugar ya mítico (los «Stooges» celebraron allí las fiestas durante y después de la grabación de «Funhouse»). Tom vivía como un personaje de sus canciones, con un trabajo que le permitía salir hasta las dos de la tarde y dormir hasta la nocheÉ

En 1980 Coppola encarga a Waits la banda sonora de la película Corazonada, y le pide canciones lentas, piano y voz, instrumentación discreta, algo de lo que Waits está empezando a cansarse. El resultado de la banda sonora es mediocre, pero en el proceso conoce a KathelenBrennan, lectora y correctora de guiones en Zoetrope (la productora de Coppola) y, no mucho después, esposa de Tom Waits. Ésta no es la historia de una mujer/enfermera del artista-torturado-incorregible-que-conoce-las-bondades-del-amor-y-la-vida-sana. Tranquilo.

Tom estaba cansado de la música que hacía. Su voz cada vez más ronca y rica en matices exigía algo diferente, más allá del blues, más allá del rollo jazzy ahumado. Y en ese momento conoce a una chica con unas ideas que ampliaron su horizonte. ¿Estaban latentes en él y ella hizo de comadrona? ¿Fue Brennan quien puso a Waits en el camino dándole empujoncitos en la dirección correcta? Poco importa, siempre que tengamos claro que sin ella Waits no hubiera sido lo que fue, lo que es. Entre ambos, con una banda diferente y ganas de hacer lo que les diera la gana, crearon una música tan atrevida que la compañía de siempre de Waits (Asylum) se negó a publicarla. Fue Island Records quien demostró más valor, o más oído, y se decidió a fichar a Waits y sacar a la calle un disco que figura desde entonces en todas las listas de imprescindibles. «Swordfishtrombones» (1983) es un disco difícil, imposible para algunos, amor a primera vista para otros. Waits, Brennan y compañía fabrican un sonido bastardo, formado por los sonidos que nadie quería. Waits canta con voz rajada, gruñe, se lamenta y susurra. Alguien dijo que Witney Houston tiene mejor voz, pero Tom Waits canta mejor, y es cierto. Los instrumentos se retuercen tocados como nunca. No estamos hablando de un disco «interesante» sólo por lo experimental porque es un disco de canciones. Nada más empezar una bomba te entra por el oído en Underground: «Están vivos, están despiertos, hay un mundo funcionando bajo tierra», que lo mismo vale para quienes trabajan escondidos a la vista que para quienes ponen o toman copas en el bar que está abierto y oscuro mientras fuera la vida baja a por el pan y el periódico. Un disco con versos e historias memorables («Frank colgó sus años salvajes de un clavo en la frente de su mujer») y los mismos seres periféricos de antes contados de un modo menos romántico. Esta vez los charcos mojan los pies.

Es el comienzo de la «trilogía de Frank», el momento más brillante de la carrera de Waits. A «Swordfishtrombones» le sucede Rain Dogs (1985), un disco que aún siendo cacharrero es más nítido. Con aires de puerto lluvioso en Singapore, frases tremendas («vomitando por la ventana con confeti en mi cabeza») y una preciosa analogía entre los perros que no pueden encontrar su camino a casa cuando la lluvia ha borrado los olores y quienes no pueden hacerlo al salir del pub o de su casa. Una maravilla a la que siguió Frank's wildyears (1988), más blues, secciones de viento y obras de arte como «Temptation», «Cold cold ground» o «Innocent when you dream». Tom está en racha y sobrio, hace giras y graba «Big Time», un directo que muestra la potencia escénica de Waits y su banda. Pero nuestro músico necesitaba un poco de calma y se refugia en una granja cuya ubicación mantiene en secreto. Graba la banda sonora de «Last night on earth» y deja que crezca una leyenda a su alrededor como hierbajos cercando una chabola, que diría él, hasta volver con Bone Machine (1992). Otra joya con aullidos, huesos tocados como marimbas, susurros, blues rural y un «I don't wanna grow up» que los Ramones grabarían muy en serio después (Waits devolvió el gesto grabando «Judy is a punk» en un disco de tributo al grupo). En esta última etapa Waits pasa de entrevistas y giras y publica discos maravillosos como Mule Variations, Alice, Blood Money (éstos los sacó a la vez), Real Gone (complicado y experimental, el único sin rastro del piano), así hasta «Orphans»; «Brawlers, bawlers, bastards» con descartes, canciones pertenecientes a bandas sonoras y curiosidades. Un disco triple al que se le puede aplicar lo que en cierta ocasión J. M. Errastri dijo acerca del «Tracks» de Bruce Springsteen: «Las migajas de este tío valen más que la discografía completa de Marilyn Manson».
¿Y ahora?, pues le suponemos en su granja tocando el piano con su amigo Jarmusch (director de «Down by the law», «Coffee & cigarrettes»), haciendo algún concierto cuando le apetece y no leyendo artículos como éste. Vestido de vagabundo con gafas de abuelete, sin pensar si tienen razón quienes le acusan de componer para blancos universitarios acomodados que quieren asomarse al lado oscuro. ¿Qué importa? Si quieres saber qué se cuece en ese bar de tu calle en el que nunca te atreves a entrar, el nombre de la novia del estibador, cómo acabó la guapa del instituto a la que sólo le gustaban los chicos malos, a qué sabe el agua de la lluvia o la cerveza en lata de la parada del autobús, pero no quieres mancharte las manos (sabia decisión), recurre a Waits: un Cerbero trovador que cuenta lo que pasa más abajo, en el Hades, y permite que vuelvas sano y salvo.

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